Ribera del Duero protagoniza una cata en la que se hace un recorrido por distintas subzonas de la extensa denominación de origen.
Aunque sea una de las más conocidas internacionalmente y, desde luego, una de las más consumidas en España, Ribera del Duero es una denominación de origen relativamente joven, pues su fecha de nacimiento apenas si se remonta a 1982.
Como este 2022 se cumplen sus primeros 40 años de vida, en la primera cata del año (después del impasse navideño provocado por el maldito coronavirus, que se cebó con el comité de cata), Cuatro de Copas repasa varios riberas que actualmente se encuentran en el mercado.
Cuatro de Copas son: Natalio del Álamo, José Ramón Peiró, Luis Roldán y Albert Solano.
Agradecimiento: El Quinto Vino (Madrid)
San Cucufate Monasterio 2017. San Cobate. 35 euros Ribera del Duero
El proyecto San Cobate, puesto en marcha en 2016 por Antonio Vázquez Muñoz-Calero en la localidad burgalesa de Gumiel del Mercado, es una de las más agradables sorpresas de la Ribera del Duero en los últimos años y se centra en los vinos de parcela, como este San Cucufate elaborado con tinta fina de la parcela Monasterio, a 870 metros de altitud. Un vinazo con una nariz muy compleja que va del eucalipto seco y el laurel al monte bajo (tomillo, orégano, jara), pasando por el incienso sahumado, el cedro y la mermelada de mora.
En boca no desentona y es limpio, nítido y honesto, con una acidez equilibrada y una madera integradísima. Le auguramos una larga vida en botella y, de momento, nos lo tomaríamos con algún plato de tanta enjundia como unas lentejas con foie y colmenillas o unos judiones del Barco con bogavante. Calificación: 8,75/10
Hacienda Monasterio 2019. Bodega Hacienda Monasterio. 28 euros
La bodega fundada en Pesquera de Duero (Valladolid) por el danés Peter Sisseck en 1990 no tardó en convertirse en una de las grandes referencias de la denominación castellana, y ahí sigue en esta tercera década del siglo XXI.
Lo que más llamó la atención del comité de este crianza 2019 es que, a diferencia de otros de la misma añada, está bastante hecho, para beberlo ya: rezuma frescura y viveza y “transmite energía”. Obviamente, la tinta fina es la variedad mayoritaria, con un 85 por ciento, y a ella se suman cabernet sauvignon (10 %), merlot (5 %) y malbec (2 %). En la atractiva nariz se conjugan elegantes notas balsámicas con mora y zarzamora, espliego y pimienta negra. Luego, en boca, comparece redondo, goloso, lleno, largo… En temporada de caza, como estamos, perfecto para combinar con una liebre a la royale. Calificación: 8,25/10
Viña Magna 2018. Dominio Basconcillos. 14,50 euros Ribera del Duero
Dominio Basconcillos es una bodega familiar fundada a finales de los años 90 por José María Basconcillos, concebida al estilo de los chateaux franceses y que apostaba, y apuesta, por la viticultura sostenible de altura. A día de hoy, son las hijas del fundador, María José y Carmen quienes rigen la empresa ubicada en Gumiel de Izán (Burgos). Elaborado con un 90 por ciento de tempranillo y un diez por ciento de cabernet sauvignon plantados a casi mil metros y con 14 meses de roble francés nuevo, el crianza 2018 sorprende con una nariz rica en especias (pimienta y nuez moscada) y notas de tomate seco, laurel y bosque umbrío, aunque se echa de menos algo más de fruta.
En boca, es “una frase dicha de un tirón, sin titubeos”, muy vivo, con buena armazón y un seductor fondo de chocolate. Tiene mucha “chispa”, lo que le permitirá combinar perfectamente con un pichón de Bresse en su jugo. Calificación: 8/10.
Pagos de Anguix Costalara 2018. Pagos de Anguix. 21 euros Ribera del Duero
Con la adquisición de Pagos de Anguix, la familia Juvé, conocida por sus excelentes cavas catalanes, ha desembarcado en la Ribera del Duero, concretamente en la provincia de Burgos. Utilizando únicamente tinta fina, procedente de viñedos de entre 20 y 40 años plantados a 800 metros de altitud, la añada 2018 de Costalara consta de 25.013 botellas, de las cuales catamos la 23.706.
Aromáticamente resulta seductora y muy agradable, con mucha fruta negra, vainilla y turrón de coco (este último aroma, fruto de una madera un tanto “autoritaria” aunque bien integrada). Al beberlo, es muy fresco, muy vivo, un tanto “travieso” y algo “cascabeleante”: vaya, que tiene una boca original y muy divertida, es agradable y gustoso.
“Es un ribera que jamás defraudaría a un amante del rioja”, comentó uno de los miembros de Cuatro de Copas. Así las cosas, qué mejor que tomarlo con un lechazo asado, ese plato tan representativo de la Ribera que jamás defrauda a los riojanos… ni a nadie. Calificación: 8/10

Raíz Crianza 2018. Bodegas Raíz y Quesos Páramo de Guzmán. 19,25 euros
No deja de ser curioso que cada vez sean más las bodegas de la Ribera del Duero que optan por denominar a sus uvas tempranillo en vez de tinta fina, acaso por hacerlas más identificables en los mercados internacionales. Es el caso de esta bodega, ubicada en Roa (Burgos), que combina la elaboración de vinos con la de quesos.
Su crianza 2018 fue uno de los vinos más sorprendentes de la cata, si no el que más, con sus “aromas ferroviarios” a humo y brea, sus toques a “caucho de frenazo mezclado con ciruela seca”, su fondillo vegetal noble, reminiscencias de madera de boj y unas inconfundibles notas a algarroba madura. En la boca, bastante menos compleja que la nariz, es algo seco, un pelín lácteo, aterciopelado y muy amable, muy accesible para todos los paladares. Quizá le falte un poco de exuberancia, pero es un vino irreprochable, para tomar con un bacalao a la riojana. Calificación: 7,75/10
Finca Villacreces 2018 ecológico. Finca Villacreces. 24 euros Ribera del Duero
La de 2018 es la primera añada de la bodega de Quintanilla de Onésimo que recibe el certificado de ecológica, un tipo de viticultura que Finca Villacreces lleva practicando desde hace cinco años.
La autóctona tempranillo es la uva mayoritaria (86 por ciento) en un coupage que también incluye las francesas cabernet sauvignon (10 %) y merlot (4 %). La crianza se ha llevado a cabo durante 14 meses en barricas de roble francés nuevo. Fruta silvestre negra (“muy negra”, destacó uno de los catadores), toques balsámicos, verdores nobles, bosque húmedo y ecos de cacao y Petit Suisse de fresa preceden un paso en boca fácil, fresco, lleno, con un tanino pulido y bien integrado y un posgusto un pelín amargo. No desentonaría ante una raya a la mantequilla negra. Calificación: 7,75/10
La Hormiga 2019. Bodega Antídoto. 28 euros Ribera del Duero
Más de diez años han pasado desde que, en 2011, el enólogo francés Bertrand Sourdais (natural de Chinon, en el Loira) afincado en Soria pusiera en marcha en San Esteban de Gormaz su proyecto personal, Bodegas Antídoto. Dos lustros en los que sus vinos se han confirmado como los más aborgoñados de la Ribera del Duero. Hermano mayor del Antídoto, La Hormiga es un monovarietal de tinta fina procedente de viñedos que este mismo año se convierten en centenarios, plantados a casi mil metros de altitud.
Lo primero que hay que decir de la añada 2019, recién salida al mercado, es que lo más recomendable es darle bastante tiempo de botella, porque le cuesta un poco expresarse. Es un vino elegante, equilibrado y armonioso en el que encontramos fruta madura negra (arándanos) bien ensamblada y ecos de tierra mojada. El paso en boca es gustoso, lleno, con médula y taninos dulces de calidad, pero excesivamente astringente, por esa falta de botella que comentábamos. Una tortilla de Sacromonte sería un buen contrapunto para dicha astringencia. Calificación (a día de hoy, mejorará con el paso del tiempo): 7,5/10.
Cepa 21 2018. Bodegas Cepa 21. 18 euros Ribera del Duero
La Bodega Cepa 21 nació a la par que el siglo XXI de la mano de la tercera generación de la familia Moro, unida a figuras de la farándula y del deporte, con el público fashion como objetivo prioritario.
Aunque empresarialmente las cosas han cambiado en los más de 20 años transcurridos desde entonces, la línea estilística se mantiene, Así, nos encontramos con un monovarietal de tempranillo comercial y nada complicado, entre cuyos aromas predominan el chocolate y la compota de guinda (imposible no acordarse de los bombones de licor), a los que acompañan la vainilla, el extracto de regaliz y ciertos toques bituminosos. En boca es aterciopelado, con unos taninos muy amables y un puntito ahumado. Como señaló uno de los catadores, “no es inolvidable pero se bebe con gusto”. Por ejemplo, en compañía de un tataki de atún o un salmón a la plancha. Calificación: 7,25/10
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