El mundo del café es sumamente rico y amplio, con variedades maravillosas que se sirven, calientes y oscuras, en tazas de todo el mundo. Una de estas es la geisha, surgida de África pero establecida en Panamá como un producto insigne, fino y lujoso.
También conocido como gesha, proviene de Etiopía, lugar de origen del café. A mediados del siglo XX, comenzó a distribuirse en varios países africanos, como Tanzania, hasta finalmente llegar a América Central a mediados de 1960, donde se adaptó, a largo plazo, muy bien al territorio panameño, donde ganó popularidad en la primera década de 2000.
Lujo y buen sabor en la taza

A principios, el cultivo de esta variedad no fue muy próspero, puesto que la planta tiende a ser delicada y su crecimiento se da mejor en sitios altos, a aproximadamente 1600 metros sobre el nivel del mar.
El geisha es trabajado, mayormente, por personas pertenecientes a la comunidad indígena Ngäbe Buglé. Específicamente, los principales sembradíos de café se encuentran en las faldas del volcán Barú, cerca de la frontera con Costa Rica. Según explican, las condiciones climáticas del sitio son ideales para la maduración lenta del grano, lo cual hace que desarrolle cualidades magníficas.
Uno de los principales atractivos del insumo está en sus características. Se dice que posee cualidades aromáticas florales y cítricas, así como de jazmín y orquídea. Además, sabores frutales de “melocotón, pera, durazno, naranja y chocolate”. Asimismo, se dice que la percepción de los sabores puede variar entre una cosecha y otra, por lo que siempre será una grata sorpresa probarlo.

Cirilo Montezuma, productor y catador del producto, explicó a National Geographic que el geisha resalta por “tener un sabor muy fuerte, algo que le gusta a la gente de afuera”. Este tipo de café es muy popular, y costoso en países asiáticos y en Estados Unidos. En los últimos años, se han registrado ventas por cientos de dólares por apenas medio kilogramo de sus exóticos granos.
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