Los admiradores de Popeye el marino saben muy bien que las espinacas son ricas en hierro. Las grandes cantidades de este mineral y calcio en esta hortaliza no son fáciles de aprovechar por el organismo, pues tienen mucho ácido oxálico, que se combina con los minerales y se expulsa en forma de sales insolubles.
No obstante, las espinacas son muy ricas en clorofila, por lo que las personas con anemia, fatiga y agotamiento mental deben comer muchas, preferiblemente en ensaladas crudas. También son una fuente de ácido fólico, que se absorbe con facilidad. 100 gramos aportan tres cuartas partes de las necesidades diarias. Por ello deben incluirse en la dieta de la mujer que piense quedarse embarazada o que ya lo esté.
Las personas enfermas con cáncer, o las que están en riego de contraerlo, como los fumadores, por ejemplo, deben consumirlas en abundancia. Estudios en ese sentido, se centran cada vez más en todos los carotenoides –no solo en el betacaroteno- que contienen las frutas y hortalizas de color verde oscuro o brillante- y las espinacas poseen aún más que las zanahorias.
Buena para diabéticos
Una de las grandes ventajas de consumir, crudo o cocinado (en muy poca agua), este alimento, es su capacidad de proteger de la enfermedad visual AMD (degeneración macular por envejecimiento). Los científicos destacan que no se debe a su contenido en beta-caroteno, sino a otros dos componentes: la luteina y la zeaxantina.
También las espinacas son estupendas para el control de la diabetes. Contienen un antioxidante, conocido como ácido alfa-lipoico, que reduce los niveles de glucosa, aumenta la sensibilidad a la insulina y previene los cambios inducidos por el estrés oxidativo en pacientes con diabetes.
Ahora bien, debido a su alto contenido en ácido úrico, si usted sufre de gota o artritis, debe evitar su consumo.
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