La alimentación saludable para una persona en concreto viene determinada por distintos factores: su metabolismo, su gasto calórico (no es lo mismo ser una persona activa que sedentaria), su edad, sus problemas médicos o intolerancias y un largo etcétera.
Tenerla no significa hacer dieta ni cumplir con una serie de requisitos y obligaciones. No se trata de obedecer, sino de establecer un compromiso personal. Lo único que hace falta de verdad es tomar la decisión de comer de manera consciente, es decir, de informarnos sobre lo que comemos y hacer elecciones responsables e informadas al respecto. En definitiva, querer hacerlo y no engañarnos a nosotros mismos.
Todo depende de cada persona y de su organismo. Sin embargo, es posible establecer algunas ideas y criterios generales que, además, son muy sencillos de aplicar.
Se podría definir la alimentación saludable como aquella que es equilibrada en nutrientes. En ese sentido, la que aporta al organismo todo lo necesario para su correcto funcionamiento: hidratos de carbono, grasas, proteínas, vitaminas y minerales, sin que haya excesos ni carencias.
Lo importante a la hora de comer de manera saludable no es la cantidad, sino la calidad. Alimentarse no es llenarse, sino nutrirse y, para lograrlo, basta con ser conscientes de lo que nos aporta cada tipo de alimentos.
Alimentación con productos frescos

La mejor alimentación es aquella que se basa en los productos frescos y no procesados. Reducir el consumo de productos procesados y ultraprocesados es el primer paso, y seguramente el más importante, para empezar a llevar una alimentación saludable.
¿Por qué? Porque los productos frescos y no procesados son los que aportan una mayor cantidad de nutrientes sin ingredientes añadidos como azúcares, grasas saturadas, colorantes o conservantes que no aportan nada al organismo o, sencillamente, son perjudiciales.
Los productos que deberían convertirse en esenciales de nuestra dieta son las frutas, verduras y hortalizas. Estas aportan una gran cantidad de nutrientes y, además, están al alcance de todos los bolsillos, sobre todo si consumimos de proximidad y de temporada.
Los cereales integrales, como el trigo, la avena, el maíz, el arroz, la quinoa, etcétera, proporcionan nutrientes esenciales y también fibra, que ayuda al tránsito intestinal y tiene un efecto saciante.
Los frutos secos son un alimento casi perfecto. Aportan nutrientes, proteínas, fibra y grasas saludables. Las legumbres: garbanzos, lentejas, alubias, etcétera, son una excelente fuente de proteínas y nutrientes. Además, una alimentación variada también puede incluir lácteos, huevos, pescado y carne, siempre que se consuman con moderación.
El principal cambio que podemos llevar a cabo en nuestra alimentación para hacerla más saludable consiste en reducir o eliminar por completo los alimentos procesados o ultraprocesados. Estos acostumbran a tener un exceso de calorías, pocos nutrientes y sustancias perjudiciales para nuestro organismo.
No saltarse las comidas

Un tema importante al hacer las compras es ver las etiquetas y la información que contienen. En especial, la cantidad de azúcar y grasas saturadas. Los alimentos ultraprocesados acostumbran a incorporar tanto azúcares como grasas saturadas añadidas. Son dos ingredientes que aportan sabor y aparte, son adictivos, por lo que nos hacen comer más.
Lo mismo ocurre con el sodio, que es lo que comúnmente conocemos como sal. Su consumo excesivo también causa problemas.
Otro factor muy importante es no saltarse las comidas. Al hacerlo nos hace que tengamos más hambre a deshoras y eso provoca que comamos cualquier cosa, simplemente porque estamos hambrientos y no podemos esperar.
Existe la idea de que una alimentación saludable es aquella que aporta pocas calorías a nuestro cuerpo. Las que debemos consumir al día tienen que ser equivalente a la actividad física que llevamos a cabo.
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