Una historia digna de la mismísima cenicienta. La dominicana María Marte comenzó totalmente desde abajo para convertirse en una cocinera respetada. Ahora, impone su sabor caribeño en la exigente gastronomía española, siendo la única latinoamericana en ostentar dos estrellas Michelin.
Una pequeña pasión
Se define a sí misma como “una apasionada de la cocina”. Siendo la menor de ocho hermanos, su infancia transcurrió de manera humilde. Marte inició sus andares en su hogar. Desde muy niña elaboraba sencillas preparaciones de pastelería para sus amigas, siempre bajo la influencia y el cuidado de su madre. Además, su padre laboraba como cocinero en un pequeño establecimiento en su pueblo natal de Jarabacoa.
“Mi vida desde pequeña ha estado vinculada constantemente a la cocina. Me crié entre fogones y alimentos, entre hierbas y especias. Al lado de unos padres que, sin pretenderlo, me inculcaban de manera muy natural el amor por la gastronomía”, recuerda.
Con el tiempo adquirió de forma empírica las maneras hogareñas. Los típicos gustos del cilantro y el orégano se paseaban en sus platos. Poco a poco la cocina se convirtió en su pasión, su actividad favorita del día a día. Sin embargo, nunca llegó a profesionalizar sus habilidades, todo quedó en lo aprendido por sus propios medios.
Pero en toda historia brillante hay momentos llenos de oscuridad. La necesidad llegó a las puertas de la familia Marte. Ante esto, María no se amilanó, y pensó en emprender una aventura que la llevara a ayudar a sus seres queridos. Este ímpetu culminó en un viaje a tierras lejanas. España fue el destino de la futura cocinera. La incertidumbre no la detuvo al tomar sus maletas y trasladarse a “la cuna de la gastronomía”, según sus palabras.
Un arduo trabajo
Llegó al Viejo Continente sin nada, solo con sus ganas de surgir. Con apenas 25 años se adentró en una nueva cultura. Su prioridad era conseguir rápidamente un empleo, pero no uno cualquiera, debía estar ligado a los fogones. Para su fortuna, la oportunidad llegó rápidamente, fue contratada en el restaurante madrileño El Club Allard, dirigido en aquel entonces por Diego Guerrero. Su ocupación quizás no era la esperada, pues era la encargada de limpiar la vajilla, pero esto no significó molestia alguna para Marte.
“A mí me parecía un trabajo maravilloso. Me fui integrando en aquel engranaje, aprendiendo desde abajo y en los aspectos más básicos”, comenta sobre aquella experiencia.
Mientras fregaba, dividía su atención entre su actividad y lo que ocurría en la cocina. Durante meses trabajó y observó todo minuciosamente. Hoy en día reconoce que esto la ayudó a aprender sobre la dinámica en un restaurante.
Finalmente, le llegó la oportunidad que tanto había ansiado. Pedro, el parquero del local y su gran amigo, le informó de una vacante en la cocina. Marte no dudó e inmediatamente se postuló. El chef Guerrero aceptó, pero debía pasar por un período de prueba. Durante este alternaba la limpieza de platos con el manejo de ingredientes. Su excelente desenvolvimiento hizo que fuera aceptada como una integrante más de los fogones.
Ya para 2006 era la mano derecha del chef. Y quizás fuese casualidad que solo un año más tarde el establecimiento recibiera su primera estrella Michelin. Consiguió la segunda en 2011, con una obvia participación de María. Durante esos años pasó por todas las áreas de El Club Allard: pastelería, carnes, pescados y cuarto frío. Experiencias que fortalecieron sus saberes y capacidades.
Las mujeres son de Venus y las cocineras son de Marte
En 2013 los reflectores se posaron sobre la caribeña. Diego Guerrero anunció que no seguiría al mando del local de Madrid. La responsabilidad caería de llenó sobre Marte, quien ha desempeñado de gran manera su rol protagónico en la exigente gastronomía ibérica, y mantenido las dos estrellas. Sus objetivos no son otros que crecer aún más: “Seguir trabajando por la tercera estrella. Terminaremos consiguiéndola”.
Asumir su nuevo cargo ha representado todo una fantasía. “De mí se dice que soy una luchadora, pero no es del todo cierto. No creo que sea eso lo que mejor me defina. Antes que nada soy una soñadora, pero tuve que luchar y hacerme dura para conseguir mis sueños”, afirma sobre su éxito.
Ahora El Club Allard combina gustos y sabores. La incursión de sazones ajenas a España ha cautivado a los comensales. Frutas tropicales y creaciones innovadoras que le han valido reconocimiento a Marte. “La cocina integra culturas, es un hilo que une personas. La comida mueve el mundo”, comenta sobre esto. Uno de sus platos insignes es la “flor de hibiscus”, con pisco sour y crumble de pistachos, un plato con el que quiso plasmar la delicadeza de la mujer.
No solo limita sus actividades a lo que ocurre dentro de las cuatro paredes de la cocina. También quiere ser imagen e inspiración para los entusiastas de la comida. A través del libro Soñar, Luchar, Cocinar comparte sus vivencias para llegar a la cima. Además, colabora con fundaciones en su natal República Dominicana, ayudando a niñas de bajos recursos a aprender artes culinarias.
La trayectoria de Marte la ha llevado a ser catalogada, no en vano, como “una cenicienta Michelin”. Con una historia propia del cuento de hadas, llena de trabajo y un final feliz. Pero para la cocinera esto “no ha terminado, sino que acaba de comenzar”.
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