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Manuel Méndez: “Que la tierra y las uvas se expresen”

La bodega Gerardo Méndez es una de las más prestigiosas de la DO Rías Baixas. Para sus dueños es más que eso, es como tener muchos hijos. Gerardo y Manuel Méndez, padre e hijo, llevan adelante Do Ferreiro, fincas dedicadas a viñedos desde 1850 pero con cepas de 250 años que han cuidado varias generaciones. Saben que la luna y la tierra son lo más importante para hacer nacer un buen vino.

La Casa Grande, como la llaman, se erige en Rías Baixas en las costas de Galicia, “mira en la lejanía al mar de Arous pleno corazón del Salnés, al pie de A Armenteiraa y aún a la boca de la ría de Pontevedra”. En este espacio, han tenido que dividir la tierra y crear una geometría de sembradíos para lograr un vino blanco reconocido en España por su contraste, y que está conquistando Estados Unidos, con albariños a 120 dólares la botella.

Arenas y muchas tierras

Etiqueta Do Ferreiro

“Nuestros vinos se hacen con arenas y muchas tierras, y lo importante es que estas y las uvas se expresen por sí mismas, somos solo un medio”, ha dicho Manuel, quien acompaña a su padre desde que tiene uso de razón en el trabajo vinícola.

“En mi familia estamos involucrados en esto desde pequeños, es tradición y ahora lo harán mis sobrinas. No comprendo un año sin vendimia. En mi caso, no hay nada que no hiciera mi padre y el gran aprendizaje es la separación del suelo, es lo más significativo de nuestro trabajo”.

Actualmente, en la bodega cuentan cuatro especialidades de vino blanco: Do Ferreiro, la marca original de la casa, 100% albariño; Dous Ferrados, criado ocho meses en barricas; Cepas Vellas, elaborado con cepas centenarias; y Rebisaca que es un coupage de albariño, treixadura y loureira.

De vez en cuando se arriesgan con ediciones limitadas como Adina y Lourido. El primero es un vino con una mayor maduración en nariz y boca procedente de pizarra roja, viñas Atlánticas cercanas a la zona de A Lanzada, muy cerca del mar. Mientras que el segundo está lleno aromáticamente de mineralidad y fruta gracias a su procedencia del suelo de granito metaforizado.

Pero también, este año pretenden lanzar por primera vez un tinto que han estado trabajando desde 2012. “En 30 o 40 años pensamos que tendrán auge vinos tintos en esta zona, diferentes a los de otros lugares de España, porque hay que pensar que en Rías Baixas es hoy predominante el albariño, pero hace 200 años era casi residual”, ha explicado el joven de 28 años, quien afirma no tener un vino favorito. “Do Ferreiro es con el que más me divierto elaborando, porque es la mezcla de todas las parcelas”.

El origen Do Ferreiro

Gerardo Mendez Do Ferreiro en el restaurante Lúa, de Madrid / Foto: Eimy Cauterucce

El padre de Manuel, Gerardo, cuenta con orgullo que para él estaba destinado el oficio de la Ferrería, de allí el nombre de la bodega “Do Ferreiro”, que significa “Del herrero” en gallego. El hombre tomó las tierras que su abuelo compró por 132.000 pesetas en 1963, y con el tiempo fue alquilando y comprando viñedos a familias que ya no utilizaban esas tierras o que quedaban abandonadas.

En los setenta, apenas contaba con la ayuda de un hostal que le tomaba los recados telefónicos en caso de que hubiera algún comprador. Actualmente, tienen una producción anual de entre 20.000 y 70.000 botellas, aunque en 2018 han llegado a 80.000.

Elaboración detallista

Edición especial de Adina de Do Ferreiro / Foto: Eimy Cauterucce

“Hay que dejar que se expresen las uvas por sí mismas, lo malo es cuando se empiezan modificar cosas”, asegura quien heredará la finca. “En nuestro caso, por tener distintas tierras, podemos encontrar vinos muy diferentes, mientras más viejos los viñedos, más salinidad tiene el vino. Pero también el concepto de salinidad tiene que ver con los puntos diodados que te pueden dar la proximidad o la lejanía del mar, con el extracto del suelo”.

Manuel explica que el proceso de elaboración es complejo y se logra “mezclando y experimentando”. “Do Ferreiro es un vino de aristas que cuando lo mezclas todo creas un diagrama muy complejo”, agrega.

“Nuestra manera de elaborar empieza cuando cogemos las uvas, hacemos una maceración previa a la fermentación sin raspones, que se quitan antes, y después se hace el pie de cuba que es como si fuera la masa madre para hacer el pan. Siempre cogemos las uvas y se hacen ensayos en lecheras de 15 litros, aproximadamente, las catamos y mi padre y yo decidimos qué pie de cuba lleva a cabo la fermentación de ese año”, comenta sobre el proceso de creación de sus vinos, cuyos costos rondan los 28 euros.

Pero el humano no tiene la última palabra, lo que cuenta es la naturaleza. Para Manuel es importante hacer caso a la luna, especialmente en la etapa de la poda, que debe cuidarse y hacerse desde mediados de noviembre hasta febrero.

Do Ferreiro es el vino más especial y buscado de la bodega / Foto: Eimy Cauterucce

“Para mí la poda sigue definiendo 80% de la calidad del vino, si es buena la poda tendremos una buena uva y luego un buen vino, y a esta etapa le afectan los ciclos lunares. Por ejemplo, a las uvas jóvenes es interesante podarlas temprano para cortar el flujo de savia y que luego no tengan tanto vigor, y a partir de cierta edad se podan cuando la viña te lo pida, y se aplican podas más tardías.

Lo expresa con pasión y elegancia: “Hay pocas cosas que se pueden matematizar en el mundo del vino. La observación y estar dispuesto a llevarte muchas ostias”.

Sus vinos aparecen hoy en día en cartas como en el caso del restaurante neoyorkino Eleven Madison Park, elegido como mejor restaurante de América y quinto del mundo.

Twitter: @Patifini

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