Isabel Mijares es una reconocida enóloga con un currículum de impresión. Sobre todo, para una mujer española de 78 años. Licenciada en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense de Madrid y doctorada en Enología por el Instituto de Enología de la Universidad de Burdeos, Mijares fue pionera en un mundo de hombres como el del vino.
En el sector ha hecho de todo y, precisamente por ello, no piensa en la jubilación. «Soy mi propia jefa: acepto los proyectos que me gustan y hago lo que creo que puedo hacer. Me jubilaré cuando la vida me jubile. Si mañana encuentro que estoy cansada o, qué se yo, me duele algo o cualquier cosa de esas, pues lo haré, pero, por ahora, no entra dentro de mis planes».
La enóloga, nacida en Mérida de padre militar, procede de una familia tradicional, aunque se confiesa extremadamente liberal. Dice ser, no obstante, de derechas. También afirma ser feminista, aunque no comulga con el feminismo de la ministra Montero. «La palabra voz es femenina, no se puede ser portavoza. ¿Qué clase de feminismo es ese que reivindica tal cosa?», exclama mientras nos juntamos para esta entrevista.
En apoyo al sector

La cita con ella transcurre en el Casino de Madrid, minutos antes de presentarse los vinos premiados en el I Concurso de Vinos Casino de Madrid, del que Mijares ha sido directora técnica. Según Mijares, «Concurso de Vinos Casino de Madrid pretende apoyar el sector del vino al igual que otras acciones organizadas periódicamente en el Casino como las tertulias, las catas, o visitas de enoturismo para socios». Además de sobre el certamen, una charla de media hora con Isabel Mijares dio pie a preguntarle algunas cosas más.
Grosso modo, ¿qué diferencia este concurso de otros concursos de vinos?
No tiene nada que ver con los concursos al uso. Aunque hemos procedido con todas las garantías técnicas habituales en los concursos internacionales, este no es un concurso olímpico: no hay un primer, segundo y tercer puesto. Aunque, eso sí, con todas las garantías técnicas de un concurso internacional, aun siendo nacional.
¿Qué acogida ha tenido entre las bodegas?
Por experiencia sé que en una primera edición de un concurso son pocas las bodegas las que se prestan a participar y, normalmente, lo hacen con sus vinos básicos. Grata sorpresa ha sido ver cómo en la primera edición del Concurso del Casino, ha habido una gran cantidad de bodegas a concurso con vinos de alta gama.
¿A qué lo atribuye?
En cierto modo, a una confianza en la institución y el deseo de estas bodegas de estar visibles en un lugar de auténtico lujo. Los vinos ganadores estarán presentes en distintos actos que el Casino de Madrid organiza durante todo el año para sus socios.
Se puede consultar en la web, aunque te diré que se ha elegido un panel muy heterogéneo, con representantes de todas las áreas vinculadas al vino, y en el que han tendido cabida (sin puntuar) algunos consumidores.

¿Por qué se ha contado con consumidores?
Son personas que compran vino para disfrutar de él, y sus motivaciones para comprarlo son diversas. Personalmente me interesa muchísimo su opinión.
Si algún día me jubilo, será porque la vida me jubile
Hablemos de usted. Leí recientemente que en la jubilación ni pensaba. ¿No se encuentra cansada?
No pienso en ella porque yo soy mi propia jefa y eso quiere decir que solo acepto los proyectos que me gustan, y elijo los que creo que puedo hacer bien. Si algún día me jubilo será porque la vida me jubile. Si mañana me encuentro cansada, me duele algo o cualquier cosa de esas, me jubilaré.
En cualquier caso, yo nunca pensé con una mentalidad de a los 65 me jubilo. Quizás porque siempre he hecho el trabajo que he querido, reinventándome en distintas épocas. Hoy día no me apetece viajar como en el 1985, año que cogí algo así como 210 vuelos: físicamente no lo aguantaría y, sobre todo, no me apetece. Sí hay otras cosas que me siento muy capaz de hacer.

Entre otras muchas cosas, ha ejercido como docente de materias como la enología, cata o análisis sensorial. ¿Qué lección general les ofrece sobre este sector?
Es un mundo tan apasionante y versátil, que en una única vida puedes trabajar de infinidad de cosas. Se puede ser enólogo, sumiller, bodeguero, comunicador del vino, diseñador creando etiquetas o botellas, experto en marketing vinícola, en logística del sector… ¡Hasta en cosmética! Si les gusta el sector, encuentran su sitio en cada una de las etapas de su vida.
¿Cree que el consumidor necesita de estos profesionales?
Por supuesto. El consumidor requiere orientación sobre zonas, nuevas variedades, formas de elaborar, aunque, finalmente, este elegirá lo que le gusta.
La comunicación vinícola a veces apuesta más por una cierta estética que por el contenido, ¿no cree?
Comunicar un vino por la estética me parece absurdo, es lo que yo llamo incultura. La notoriedad del vino y el glamour reemplazan, muchas veces, a su propia calidad. Hay cierto consumidor que no compra por placer, compra por el prestigio que le supone comprar una marca muy notoria que le han recomendado.
¿Nos estamos equivocando en la forma de comunicarlo?
A veces, sí. Hay pequeñas marcas que están haciendo vinos espléndidos y hay que saber cómo hacerlas llegar al consumidor, teniendo en cuenta que hay distintos tipos de consumidores en función de su edad o estatus social, por poner un par de condicionantes que no necesariamente tienen que ir por separado.
Aunque no todos los jóvenes sean iguales, ¿habría que crear un modelo específico para conectar con ellos?
En general, el vino habla de tradición, de historia, se refleja en parejas bien vestidas saliendo de un restaurante de lujo… Y a los jóvenes les atrae otra cosa. Ellos quieren bebidas que puedan llevar en un vaso, con una pajita, y nosotros nos empeñamos en comunicar que en tiempos del arca de Noé ya se hacía vino, que este es ancestral. El caso es que el hecho de que lo beba su abuelo les importa un pimiento; que lo beba el rey, también. Lo importante es que lo beba el colega que mola, y a ese colega es al que hay que llegar, eso sí, sin caer en la vulgaridad.
¿…?
Los vinos hechos por los frikis como ‘La polla revolcona’, ‘Me cago en mi suegra’… (figurados). Sin saber lo que hay dentro se compran por el nombre, pero seguro que hay mejores formas de comunicar.
¿Por qué cree que no se hacen campañas más ad hoc para los jóvenes?
Es muy complejo el mercado del vino, y en mi opinión la comunicación debiera ser más ligera. En cualquier caso, la cifra de los compradores más interesantes está a partir de los cincuenta.
El mejor vino del mundo es el que más te guste
¿Cómo es España como país productor?
Yo recorro el mundo entero y puedo decirte que al precio al que se bebe aquí un vino de alta calidad, fuera no se bebe en ningún sitio. En España tenemos los mejores vinos al precio más conveniente. No es que produzcamos vinos baratos, en absoluto. Son vinos a un precio justo.
¿Nos afectará el cambio climático?
Sí, por supuesto. Pero para eso está la tecnología, y la tecnología es universal. La pagas y la tienes.

¿Hay un mejor vino del mundo y este es español?
El mejor vino del mundo es el que más te guste.
Usted estuvo al frente de la Guía de Vinos de la Guía Repsol durante muchos años. ¿Qué ha pasado con este proyecto?
Repsol acordó con la Real Academia de Gastronomía elaborar las guías de restaurantes y de vinos, y mediante la Academia yo dirigí la de vinos. Tras varios años de colaboración, Repsol decidió hacer profundos cambios y entre esos cambios, se prescindió de hacer una guía específica de vinos.
Fue una etapa maravillosa todo el tiempo que la hicimos. Pusimos el alma en esa guía y los productores se volcaban en presentar sus productos en las mejores condiciones. ¡Hasta venía el equipo entero de la bodega a catar con el panel!
Las cosas van cambiando: la crítica, las nociones, las guías… ¡Fíjate lo que llegó a ser el mundo de la parkerización! Que un abogado norteamericano se convirtiera en el gurú de la información vinícola fue todo un hito en su momento. Y ahora mismo Parker está pasando al olvido. Lo que llegó a conseguir el señor Parker fue genial, pero los ‘parkeritos’ que han sustituido al gran Robert Parker no están actuando de la misma manera y, a lo mejor, al consumidor ya no les interesa sus opiniones.
Cuando usted acabó sus estudios en Francia, volvió a España como enóloga de una bodega del Bierzo. ¿Cómo vivió el auge de esta zona?
Emile Peynaud, el gran enólogo francés, me dijo al salir de Burdeos que La Rioja no era lo único que existía en España, que había otras zonas como el Bierzo, un área donde se podía producir los vinos más europeos de España gracias a la influencia de la meseta y del mar. Que lo diga hoy cualquier crítico no tiene ningún mérito. Ya lo aseguraba él en el 68, fue un precursor. El Bierzo ya es, hoy día, una zona de referencia. Álvaro Palacios está haciendo grandes vinos no solo en el Bierzo, también en el Priorato… Es un gran enólogo y como todos los grandes enólogos, hace grandes vinos. Respecto al berciano Raúl Pérez, está haciendo un estimable trabajo. Algunos de sus vinos pecan de sobriedad, pero tiene un estilo bien definido que marcan todos sus vinos.
¿Cuál es el papel, hoy día, de las mujeres en el mundo del vino?
Pueden desarrollar cualquier cosa y hay un montón de mujeres muy buenas en todo lo que hacen. Puedo poner algunos ejemplos, pero me quedo corta. En cualquier caso, tampoco había antes mujeres en otras profesiones y poco a poco hemos ido conquistando todos los sectores. En algunos trabajos, antiguamente, se necesitaba tener fuerza; ahora ya no, ahora lo que se requiere es tener conocimientos.
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