El consumo de cereales ha aumentado considerablemente en los últimos tiempos por la búsqueda de nuevos alimentos para una dieta más variada, rica y balanceada. La pasta y el arroz han sido ingredientes predilectos de muchos platillos. Ahora se ven ocasionalmente desplazados por renovadas opciones, como la quínoa y el farro. Esto por apenas mencionar solo un par y dejar fuera el cuscús, la cebada y los granos de trigo.
Los protagonistas de esta comparación han ganado fuerza por su versatilidad en platillos como ensaladas y falsos risottos, ya que son alimentos ricos en almidón.
Diferencias
Quínoa
La primera cualidad que hay que resaltar es que la quínoa es una semilla y no un grano, como sí lo es el farro. Creció hace miles de años en la zona montañosa de los Andes, de una planta floreciente y similar a la familia de la espinaca. Puede ser incluso de diferentes colores, pero las más comunes son las amarillas y las crema.
Por lo general, se vende empaquetada, una vez que ya fue cosechada y descascarada. Sirve como sustituta de la pasta y tiene una cantidad de proteínas más elevada que sus similares. Posee igualmente aminoácidos, como el calcio, la lisina, la vitamina B y el hierro. Lo más importante, es libre de gluten.
El sabor de la quínoa no es demasiado potente. Para tener una idea, se puede parecer a una mezcla de arroz integral y avena, con lo crocante de una nuez. Se usa mucho en ensaladas, porque se adapta bien a los sabores de vinagretas, quesos y frutos rojos, entre otros.
Farro
Por su parte, el farro sí tiene gluten y ha sido cultivado por más de 10.000 años. También tiene una cascara que se remueve para que el cereal se puede consumir. De esta manera obtiene una forma similar a la del arroz, pero un poco más largo y oscuro. Su sabor es más neutro que el de la quínoa, pero es mucho más suave y tierno. Es una alternativa full de calcio, magnesio, fibra y hierro. Lo suelen usar como sustituto del arroz arborio para hacer risottos.
La forma más común de cocinar ambos es en agua hirviendo hasta que estén al dente, para luego colarlos e incluirlos en el platillo. Sin embargo, se puede buscar otras técnicas de cocción, siempre y cuando queden masticables y bien cocidos.
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