No hay duda de que el limón es un fruto poderoso, un cítrico rico en minerales, que presenta valor energético muy bajo, pero un elevado contenido en vitamina C. Este último ejerce en el organismo una acción antioxidante, y participa en la formación de colágeno, glóbulos rojos, huesos y dientes.
Y aunque por su acidez no se lo consume habitualmente como fruta de mesa, el limón posee múltiples aplicaciones culinarias, como ingrediente o con función decorativa. Por un lado, aviva el sabor de algunos alimentos, de forma que puede sustituir a la sal y al vinagre en determinados platos. Pero por otro, aromatiza salsas, hortalizas, pescados y cremas. Se utiliza también para marinar carnes, aves y pescados.
Ahora bien, quizás en algún momento se ha preguntado, ¿por qué se le agrega cáscara de limón a muchos postres y tortas? Y la razón es porque las glándulas de la corteza de limón contienen en su interior un aceite esencial, que es un agente aromático muy importante.
Este aceite está constituido por diferentes compuestos, siendo el limoneno el mayoritario. De hecho, la composición de dicho aceite varía en función del tipo del limón, grado de maduración, coloración y tiempo de ha pasado desde la recolección.
Para conservar el limón

La corteza de limón se puede emplear para aromatizar bebidas como el té. La corteza rallada, por ejemplo, aporta sabor a las cremas y a las masas, e incluso, también se puede confitar. El limón confitado o deshidratado en rodajas se utiliza junto a otras frutas confitadas en diversos postres.
Quizás le ha sucedido en algún momento que los limones se le resecan. Sepa que estos se pueden conservar hasta una semana si se mantienen a temperatura ambiente. Sin embargo, para una conservación más prolongada se deben mantener en la nevera.
Además, tanto el jugo como la cáscara se pueden congelar, mientras que esta última confitada o desecada se debe conservar en un lugar fresco y seco.
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