Nada mejor que una salsa pesto hecha con la albahaca bien fresca y “verdes ramas”. Perfecta para cubrir la pasta, servir como aperitivo, bañar una carne o preparar otros platos. Para lograr ese resultado deseado, hay algunos aspectos que se deben tomar en cuenta.
Albahaca fresca
Existen variedades de albahaca. Algunas poseen hojas grandes con el borde liso y otras con hojas más pequeñas, puntiagudas y ligeramente dentadas que recuerdan a la menta. Aunque se recomienda la de hojas pequeñas, cualquiera es buena para hacer el pesto. Incluso, si se consiguen las dos, se pueden mezclar. El caso es que las hojas deben estar verdes y sin manchas.
Ya con el ramillete en casa, el paso siguiente es lavarlo con mucho cuidado para eliminarle los restos de tierra. Luego, hay que secar las hojas delicadamente, con un paño de cocina.
Equilibrar la cantidad de ajo
Como se afirma en Italia, pesto sin ajo no es pesto. Sin embargo, no es bueno exagerar, ya que el sabor fuerte del bulbo puede opacar el resto de la salsa. A menos que se trate de niños, a quienes no les gusta el ajo, solo hay que seguir las proporciones que indique la receta correspondiente. Para dar una idea, generalmente se usan dos dientes de ajo por 50 gramos de albahaca.
El mortero es lo ideal
Evidentemente, gracias a los avances tecnológicos y para ahorrar tiempo, casi siempre se deja que el procesador de alimentos haga todo el trabajo. No obstante, es más agradable conseguir las diferentes texturas en la salsa y eso se logra con el mortero y algo de paciencia, para ir triturando cada ingrediente.
Parmesano y pecorino
A veces no se le presta la atención adecuada al queso y este punto es determinante. Los recomendados son el parmesano y el pecorino. Este último en menor cantidad que el primero. Las proporciones serían 70% de parmesano y 30% de pecorino.
Lejos del calor
Esta es una salsa que se oxida o se vuelve marrón cuando se expone al calor, por eso se sugiere agregarla fría a la pasta u otras comidas.
Si se va a guardar, lo mejor es hacerlo en envases de vidrios que cierren herméticamente. De esta manera se puede congelar para utilizarla en otra ocasión. En caso de mantenerla en la nevera, no se debe esperar más de dos días para darle uso.
Si no se posee un frasco con tapa hermética, se puede reservar en el refrigerador, en un bol cubierto con papel envoplast.
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