En toda su extensión, con una curiosa forma de bota, muchos son los quesos italianos de altísima calidad. Aunque algunos sean más populares fuera de sus fronteras, no quiere decir que no valga la pena prestarle atención a otros y disfrutar de su sabor.
Aquí, una lista con algunos productos propios de Italia que, aunque puedan ser desconocidos para algunos, no dejan de ser delicias que ofrecen mucho en la cocina.
¿Quesos italianos? Intente probar estos
Fontina

Quizás muchos lo ubiquen por ser un insumo muy popular para hacer fondue. Este queso, caracterizado por su gran presentación en ruedas de 40 centímetros y de casi 10 kilogramos, es muy apreciado por muchos.
Producido en el Valle de Aosta, al norte y cerca de la frontera con Francia, posee la Denominazione di Origine Protetta (DOP). Esta distinción lo certifica como un producto único y exclusivo que se hace en dicha región.
Este lácteo se elabora con leche de vaca, pero no puede ser de cualquier animal, sino de razas específicas que han sido alimentadas con heno, pienso y hierbas naturales. Suele tener un proceso de maduración de unos tres meses y su preparación requiere muchos cuidados.
Entre sus características resaltan su corteza fina de un color avellanado y su interior con tonos que pueden ir desde el marfil hasta el amarillo pajizo. Por dentro es un queso bastante cremoso, elástico, con muchos aromas herbales y un retrogusto amargo en boca.
Por su facilidad para derretirse, apenas se necesitan unos 60 °C, es perfecto para el mencionado fondue y recetas de pasta. Muchos dicen que va muy bien con los sabores de la trufa blanca de Alba, una de las joyas culinarias de Italia.
Asiago

Otro insumo con DOP, en este caso originario de la región de Véneto, específicamente en la zona alpina que rodea a la ciudad que da su nombre a este queso.
Las ruedas de asiago suelen ser de 30 a 35 centímetros de diámetro y de unos 10 de altura, con un peso que oscila entre los 8 y los 12 kilogramos. Una de las mayores curiosidades de este alimento, que se hace con leche de vaca, está en que existen dos variedades principales, que son tan distintas entre sí que parecen dos tipos de queso diferente.
El “pressato” es la versión joven del asiago. Es suave pero resistente al tacto, es de un color pajizo y ofrece sabores entre dulces y ácidos que tienden a recordar al yogur. Solo se deja madurar por unos 20 días antes de salir al mercado.
Mientras, el “d’allevo” es cuando lleva más días de maduración, al menos unos 60. Sin embargo, si el tiempo se alarga, hay otras subcategorías: “mezzano” es de 4-6 meses; “vecchio” durante 10 meses; “stravecchio ” más de 15 meses. Mientras más meses sean, más sabores fermentados y notas picantes tienen.
Si se servirán en una tabla de quesos italianos, la recomendación es maridarlos con vinos muy aromáticos, como por ejemplo el Cabernet.
Bitto

Un preparado con mucha historia y tradición, pues sus primeras referencias se remontan al siglo XVI. Hoy en día también ostenta la DOP y es muy importante en la cultura gastronómica de Sondorio, pueblo de la región de Lombardía.
Sus métodos de elaboración son sumamente estrictos, las vacas deben pastar en zonas específicas y el bitto debe producirse entre los meses de junio y septiembre. Así, se garantiza que el insumo estará en las mejores condiciones y sus sabores y aromas serán más notables. Además de leche de vaca, se utiliza de cabra, aunque en un porcentaje muy pequeño a fin de hacer más complejo el queso.
Si la maduración es corta, su corteza es de un amarillo claro, sus aromas son bastante botánicos y su sabor es ligeramente ácido. Mientras, si se envejece por más tiempo, presenta una corteza más dura y un gusto más intenso.
En la mesa va muy bien con las nueces. Asimismo, también puede usarse para recetas de polenta o beber con un vino de alguna cepa como Pinot Noir.
Bagòss

Entre los quesos italianos, este tiende a tener un valor muy elevado, pues su producción es considerablemente baja en comparación a otras variedades. Este proviene de Bagolino, un pueblo muy pequeño en la provincia de Brescia, no muy lejos de Milán.
Es considerado único por los expertos por las características de los pastos en los cuales se alimentan las vacas. Lo cual hace que el bagòss tenga un perfil particular.
Su producción es bastante artesanal y requiere mucha leche: hasta 300 litros para hacer una rueda de 16 kilogramos. Asimismo, requiere de muchas atenciones, como pintar ligeramente los quesos con aceite para evitar la aparición de moho, puesto que se cura en bodegas subterráneas.
El bagòss (que significa Brescia en el dialecto local) es de corteza lisa y de color entre naranja y marrón. Es muy aromático, con olores de hierbas, y su sabor es algo picante.
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Con información de FineDiningLovers