A veces, la mayoría de las personas puede prescindir de alguno e incluso de la totalidad de alimentos en horas de la mañana. Lo que sí es casi obligado, tomarse aunque sea una tacita de café en cualquiera de sus presentaciones. Esto incluye, por supuesto, a distintos personajes que marcaron la historia y que no solo se conformaron con una taza al día.
François-Marie Arouet (Voltaire)
Algunas fuentes afirman que bebía de 50 a 72 tazas diariamente y otras hablan de 40. En cualquiera de los casos es exagerado y así se lo advirtió su doctor, diciéndole que eso lo mataría a lo que él hizo caso omiso. Al respecto declaró: “claro que el café es un veneno lento, hace cuarenta años que lo bebo”. No obstante, vivió hasta los 83 años. Justificaba su adicción destacando que así podía soportar tantas horas que dedicaba a la escritura. Era común verlo en las cafeterías de París.
Jean-Jacques Rousseau
Otro que solía beber café en cantidad era este destacado intelectual. Entre otros, se sumaba a la lista de los que asistían la famosa cafetería parisina Procope.
Ludwig van Beethoven
Una medida específica tenía esta importante figura del mundo de la música para la elaboración de la negra bebida. Eran 60 granos por taza y su obsesión era tal que los debía contar con la mano. Consideraba que la cafeína le aportaba energía y creatividad, de ahí que al componer sus partituras siempre lo acompañaba una buena taza.
Francis Bacon
La pasión del filósofo, político, científico, abogado y autor inglés lo llevó a declarar que el café es “la bebida que consuela el cerebro y el corazón y ayuda a la digestión”.
Honoré de Balzac
Con su manuscrito: “Los placeres y los dolores de café” el escritor francés expresaba su predilección por la bebida. Corría la voz de que podía llegar a las 40 tazas al día. Por si acaso le apetecía, solía llevar consigo algunos granos molidos. Ese hábito le permitía trabajar casi 15 horas diarias.
Johann Sebastian Bach
También dedicó algo al café, en este caso una composición musical llamada la Cantata del café. Una estrofa de esta que ha hecho historia es: “¡Ah, el café!, ¡sabe tan dulce!, es más cautivador que mil besos, más suave que el moscatel. Café, café… es lo único que necesito. Si alguno quiere hacerme feliz que me ofrezca un café”.
Immanuel Kant
Muy originales fueron sus palabras: “La amistad es como el café, una vez frío nunca vuelve a su sabor original, aún si es recalentado”. El ilustre filósofo acostumbraba beber en exceso y por eso dedicaba parte de la noche a las lecturas amenas y a reflexionar.
Napoleón Bonaparte
A pesar de que padecía del estómago y parece que sufría de ataques epilépticos, sostenía: “Prefiero sufrir a dejar de tomar café”. Existen algunos relatos que atribuyen el retraso en la hora de ataque y la consiguiente derrota en la batalla de Waterloo a que pasó la noche anterior tomando café y sin descansar.
Theodore Roosevelt
Quien fuera presidente de los Estados Unidos exageraba a la hora de endulzar su taza con seis terrones de azúcar. Con el pasar del tiempo, bajó la cantidad y terminó por utilizar azúcar dietética. Entre sus amigos se rumoraba que consumía hasta 40 tazas.
Benjamín Franklin
El político, científico e inventor norteamericano sostenía que el café le aportaba beneficios. “Entre los muchos lujos de la mesa, el café puede ser considerado como uno de los más valiosos. El atisba la alegría sin intoxicación y el placentero flujo de espíritus que ocasiona nunca es seguido de tristeza, languidez o debilidad”. Su principal distracción al visitar inglaterra era pasar el tiempo en las cafeterías londinenses.
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