La resolución de conflictos y la gestión de la frustración son algunos de los múltiples beneficios que aporta la terapia culinaria. Esta consiste en aprender a establecer una relación con la comida para relajarse y establecer relaciones, con la ayuda de un profesional.
Eso es precisamente lo que hace Patricia Boquete, psicóloga especialista en Orientación Laboral e Inteligencia Emocional, quien desarrolla sesiones tanto individuales como grupales; con niños, adolescentes y adultos. Para la tercera edad, lo hace con psicoestimulación cognitiva centrada en el mundo culinario. En sus palabras, “la cocina es por sí sola una actividad terapéutica. Sin embargo, se diferencia de las otras actividades por una cuestión esencial: la cocina nos permite comunicarnos. Comunicarnos con nosotros y con los otros”.
Además de platos, se crean hábitos
La terapia culinaria alivia trastornos como estrés, problemas de concentración, déficit de atención, falta de coordinación y mejora las habilidades sociales, la capacidad de organización y la autoestima.
Boquete explica que este tipo de terapia proporciona “herramientas variadas, centradas en favorecer nuevos hábitos y conductas, a través de la puesta en marcha de recetas, organizando alimentos, tareas y pensamientos”.
Para la psicóloga, la cocina por sí sola es una actividad terapéutica que se diferencia de otras actividades porque facilita la comunicación tanto consigo mismo como con los demás. “Preparar aquella receta tan especial de la abuela o meternos de cabeza en la cocina con
nuestra madre nos conecta directamente con nosotros mismos. El diálogo que puede surgir a partir de la comida abarca recuerdos, sensaciones y emociones, hábitos, tradiciones e identidad”.
En su opinión, la cocina facilita la relajación, la reflexión, la creación y el compartir. “Como se trata de un acto creativo y activo, aporta un cambio de estado a positivo. Cuando nos concentramos en la práctica culinaria, somos capaces de disipar pensamientos negativos, resolver nuevos retos y enfrentarnos a situaciones específicas que mejoran nuestra autoestima, nos hacen rebajar el estrés y retomar el control”.
Una tregua a los problemas
Precisamente de la idea que cocinar es terapéutico, nació Terapia Culinaria, el proyecto que dirige y a través del cual ha tratado, con éxito, afecciones como la depresión, la ansiedad o situaciones de pérdida y duelo. Se ha centrado en dar a sus pacientes instrumentos para crear nuevos hábitos y conductas, a través de la puesta en marcha de recetas, organizando alimentos, tareas y pensamientos.
“Extrapolar lo que sucede durante un cocinado a la realidad de nuestra vida diaria es lo que hace que el proceso sea exitoso. Ver cómo reaccionamos cuando un filete se nos ha quemado en la parrilla, por ejemplo, nos permite medir nuestra tolerancia frente a
situaciones externas. Trabajar la masa para hacer pasta italiana, nos permite trabajar la gestión del tiempo, mediante el desarrollo de la elaboración o su reposo”.
En Terapia Culinaria tratan la cocina como un medio para dibujar nuevas metas y caminos.
La cocina, según la psicóloga, emociona y hace que se pueda transmitir un mensaje claro a través de ella. Sirve de espejo para hablar de gustos, lazos con familiares y amigos e incluso de aspiraciones.
“Llevarnos una cucharada a la boca puede ser alimento, pero también es
satisfacción, placer y amor. ¿Qué hay más bonito que emocionarse con algo tan necesario para el ser humano? Cocinar puede ser una tregua a los problemas, a los conflictos de la vida. Cocinar, puede ser el medio para contar aquello que callamos, darnos un respiro, llenar la tripa y disfrutar”.
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