Si bien es un alimento esencial en la dieta de muchas regiones o países, el pan gallego tiene un perfil especial. Por toda Galicia, la preparación goza de una gran valía cultural que ha transcendido de generación en generación.
Tal es la importancia y el arraigo en la forma de ver y entender el pan entre gallegos, que incluso Google Arts & Culture le dedicó una exposición virtual al mismo. “Pan de Galicia: sabor, idiosincrasia y cultura” es el título del trabajo elaborado en conjunto con la Xunta de Galicia.
Conservando historia y tradición

Exponen que pese al avance de la industrialización del producto, en la región se sigue luchando por mantener el pan de calidad. Desde panaderías reconocidas, hasta los hogares, preparan sus propias recetas siguiendo los pasos marcados por los antepasados, que aún perduran en la identidad culinaria. “Hay un buen puñado de panaderos que combinan oficio e innovación para mantener viva la llama del buen pan”, exponen.
“En Galicia el pan tiene sabor intenso, miga alveolada y húmeda y corteza crujiente. Es un pan que se conserva apetitoso durante varios días”, añade la exposición. En toda su extensión, hay un rico ecosistema de variantes, todas con matices únicos que hacen que valga la pena probar y probar.
La pasión por el arte del pan gallego se originó hace siglos. Siendo tierras muy fértiles para el crecimiento del trigo y el centeno, siempre abundaron los campos de cosecha de estos cereales. Aún después de la llegada del maíz desde América, insumo que caló muy bien en la zona, los productos mencionados anteriormente prevalecieron.
Después de cortar los cereales, estos se guardaban en los conocidos como “hórreos”. Según Google Arts & Culture, son “graneros elevados que protegen el cereal de los roedores y lo mantienen ventilado“. Mientras más grande era este, mayor era la riqueza de la familia.

Posteriormente, todo se transformaba en harina en los clásicos molinos de agua, que abundan en todos los pueblos de la Comunidad Autónoma. Los molinos se ubican, normalmente, a orillas de los ríos y solían ser un gran punto de encuentro en épocas antiguas.
“Era frecuente que las familias elaborasen su propio pan. Lo amasaban en la artesa y lo cocían en hornos de piedra que en muchos casos formaban parte de las dependencias de la casa”, explican.
Con métodos y recetas caracterizados por su sencillez, muchos son los destinos donde el buen pan no escasea. Para varios, quizás el más popular sea Cea.
¿Qué pan gallego comer? El de Cea

“El pan de Cea cuenta con una Indicación Geográfica Protegida (IGP). Esta mención regula y protege un proceso artesanal que se remonta como mínimo al siglo XIII“, explican.
Apenas se hace con harina de trigo, agua y sal, nada más. Todo esto se junta con una masa madre de días anteriores para comenzar la fermentación. En total, se fermenta hasta tres veces para lograr los resultados esperados. Aunque requiere trabajo y paciencia, lo minucioso de su elaboración le ha dado gran fama.
Algo que lo caracteriza es su forma. Antes de hornearse, se moldea para que en los extremos quede más grande que en el centro. Para esto se hace un corte ligeramente profundo en la parte central, algo que se conoce como “fenda”.
“El resultado es un pan con sabor intenso a trigo y una miga esponjosa que conserva el color de este cereal. La corteza es dura, laminada, de sabor tostado y color entre dorado y castaño oscuro”, aclaran.
Tan humilde como de calidad el de Cea se perfila, para algunos, como el pan gallego más destacado. Sin embargo, desde Google Arts & Culture invitan a los golosos a aventurarse por Galicia y sus diferentes tipos de preparados, cada uno con formas, aromas y sabores marcados y distintivos.
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