La sidra es uno de los productos tradicionales de Asturias. La experiencia gastronómica asturiana no estaría completa sin probar esta bebida que acompaña la mesa local en tascas, lagares y sidrerías de la región. El arte de escanciar es el modo de servir este licor en particular.
Más allá del atractivo visual que supone el escanciado de la sidra natural (no la espumosa), este es un acto que tiene su razón: consiste en lograr el mismo efecto que cuando la bebida sale del tonel. Así, al “chocar” el líquido con las paredes del vaso se despierta el carbono endógeno de la sidra (las burbujas) y, además, se volatiliza parte del ácido que esta posee, de manera que en la boca resulta mucho más agradable y equilibrada.
Cómo se sirve una sidra asturiana
Así como el vino, la cava y el champagne tienen su recipiente en concreto, lo mismo sucede con la sidra, que también tiene su vaso establecido. Este deberá tener unas medidas de 12 centímetros de alto, nueve de boca y siete de base. De esta manera, la evaporación será mayor, llegando mejor su olor, favorecido por las burbujas de anhídrido carbónico.
- Al momento de escanciar la sidra el cuerpo debe asumir una postura recta, más no rígida.
- El brazo que sostiene la botella debe estar estirado por encima de la cabeza.
- El otro brazo, que sostiene el vaso, debe estar estirado hacia abajo sostenido por la base justo debajo de la botella, en el centro del cuerpo.
- Se comienza a escanciar y el vaso no se mueve, el liquido de la sidra debe buscar la orilla del vaso.
La figura del escanciado, servir desde lo alto, es para la aireación del licor y es una necesidad imperiosa para que una vez bebida, automáticamente, nos apetezca un poco más. Se sirve en pequeñas porciones (como dos dedos de ancho) en ese vaso grande para favorecer la creación de burbujas naturales.
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