Los amigos puede llegar a ser tan queridos que casi pueden convertirse en familiares, por lo tanto, siempre se buscará una excusa para pasarlo bien con ellos y compartir del más ameno momento, invitarlos a un restaurante es una oportunidad para consentirlos y, evitar la complicación de invitarlos a un almuerzo en casa.
El mejor dato que se puede dar a quienes organizan la velada es, elegir un local conocido, para tener la seguridad de que todo saldrá excelente y se quedará muy bien. La elección dependerá de las posibilidades de cada uno de los amigos, pero, en general, es mejor evitar los restaurantes exóticos, pues no siempre son del agrado de todos.
Las invitaciones deben hacerse con un par de semanas de anterioridad, y es deber del invitado confirmar con tiempo su asistencia. Los anfitriones deben llegar antes de la hora de la cita para asegurarse de que todo esté en las condiciones adecuadas.
Para los invitados, las normas de puntualidad no son tan rigurosas como en una cena privada, pero de igual manera, es de muy mal gusto hacer esperar a la concurrencia.
La cena con amigos
Si se ha invitado a un grupo reducido de amigos, lo más adecuado es dejar que cada uno elija su menú, aunque también es correcto programarlo de antemano; esta es la mejor opción cuando el número de invitados es alto, pues la cena ganará en ritmo.
La selección de los vinos es competencia de los anfitriones, aunque puede pedir la opinión del resto de los comensales. En un restaurante, los anfitriones pueden dedicarse a disfrutar de la velada, pues los camareros serán quienes se encarguen de llevar a cabo el servicio, sólo tendrán que ocuparse de que la conversación sea fluida y de que a sus invitados no les falte nada.
Aunque es muy raro cuando estas situaciones suceden, en uno de los platos puede aparecer un pelo o insecto, en caso de que se presente esta terrible situación, la discreción debe imponerse; se debe prescindir de armar alborotos, ni contar lo sucedido al resto de los comensales. De manera discreta se llamará al camarero y se le hará partícipe de lo que ha pasado, para que así, éste, remedie la situación.
En el caso de ser invitado, si el anfitrión le pide que elija por sí mismo el menú, debe abstenerse de pedir platillos muy costosos; si por el contrario, se encuentra con un menú previamente seleccionado, se evitará rechazar alguno, aunque no sea de agrado, es más conveniente pedir al camarero que le sirva menos cantidad.
Respecto a las propinas
Dejar propinas ostentosas del 30 o 40% del total de la factura, está fuera de lugar, ya que es visto como un deseo de apabullar a los invitados. En el caso de que desee hacerse, lo más recomendable es hacerlo con discreción. Si se quiere dejar una propina pírrica, lo mejor es abstenerse, ya que resultará ofensivo para quién prestó el servicio.
Lo correcto es gratificar a los camareros con una propina aproximada al 10 o 15% de la factura si el servicio ha sido satisfactorio.
Es complicado abstenerse de dejar propinas cuando el servicio ha sido malo, aunque en ocasiones cueste dejarla, lo más conveniente es dejar una suma adecuada para evitar escándalos.