Las trufas, de los hongos comestibles más costosos, son bien conocidas por los amantes de la gastronomía. Detrás de su recolección están los legendarios perros truferos. Conocidos y apreciados por su labor en Italia y otros países de Europa, en Estados Unidos son una rareza. Aunque desde hace unos años proyectos como Truffle Dog Company entrenan canes y exploran los terrenos para encontrar estas joyas culinarias.
Italia es, por excelencia, uno de los principales “productores” de trufas, insumo que suele crecer de forma silvestre en el suelo. Desde tiempos ancestrales, los perros han sido aliados inseparables para encontrarlas con facilidad, ya que pueden estar hasta a 15 centímetros de profundidad.

En Estados Unidos no es mucha la cultura que existe en torno a estos hongos, pero sí es posible encontrar algunas variedades, especialmente la negra. De allí que Alana McGee iniciara esta propuesta con el fin de encontrar trufas en el estado de Washington.
Truffle Dog Company tiene más de 15 años de fundada. Además de explorar los terrenos boscosos buscando hongos, también se dedican al adiestramiento de canes para la tarea. Aunque las razas más comunes para llevar a cabo esta tarea sean el Lagotto Romagnolo (Italia), el Poodle o Caniche y el Labrador Retriever, McGee cree que cualquiera puede cumplir con esta misión.
Los logros de Truffle Dog Company

Pese a que al comienzo de su aventura muchos especialistas le indicaron que “no había trufas en Washington”, Alana no se rindió. Sabiendo que las características de su estado se parecen a la de otros donde sí hay trufas, buscó hasta encontrar. Ahora, su proyecto entrena perros, ofrece excursiones a quienes deseen buscar trufas y surte a restaurantes locales con el insumo.
“Nuestras trufas negras son muy dulces y tienen aromas a piña, a fruta, a chocolate”, asegura McGee. Asimismo, indica que también se pueden encontrar, aunque son más raras, trufas blancas.
La estadounidense defiende el acompañamiento de los perros truferos en el proceso de recolección del producto. Critica que el método de rastrillar los terrenos, si bien ayuda a obtener un mayor número de hongos, daña la tierra y no deja que las trufas maduren de forma correcta.
A través de Truffle Dog, McGee asegura que cada seta recolectada está en su punto óptimo, pues los caninos saben detectarlas por su fuerte aroma. Aunque son un poco más costosas, garantizan que sus propiedades serán de gran calidad.
La fundadora de la propuesta tiene dos amigos peludos que la acompañan en su misión: un Golden Retriever de ocho años llamado Ruby y un Lagotto Romagnolo, Lolo, de nueve años. Gracias a su entrenamiento, ambos son capaces de conseguir varios kilogramos de trufas en cada temporada.

Para ella, el secreto en el éxito de Truffle Dog Company está en el cariño que brinda a los canes, que no considera herramientas para conseguir un producto, sino que son sus mascotas e incluso parte de su familia. McGee cuida las jornadas para no extenuar a sus amigos peludos, brindándoles la máxima comodidad en todo momento.
Todo ha sido la fórmula perfecta para impulsar el consumo de trufas en una zona inesperada de territorio estadounidense.
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